Llegan las rebajas y las adolescentes como mi hija están deseando arrastrar a su madre de tienda en tienda en la búsqueda de gangas, cutre-gangas y supergangas. Ella está de vacaciones, pero yo, salgo de trabajar, sin comer, con el calorcillo juliano de Madrid y las varices tirando de mis piernas hacia el suelo, dispuesta a conseguir alguna prenda estupenda y a buen precio. A ella le queda todo de muerte y claro, le compraría todo. ¿Cómo negarme a comprarle lo que yo me compraría si me lo pudiera poner? . Cuando ya casi no siento las piernas y hemos visitado varias tiendas y estamos a punto de irnos nos cruzamos con un grupo de jóvenes, más próximo a los veinte que a los 15. Al pasar a nuestro lado veo, con auténtico horrror, la mirada obscena y lujurioso de uno de ellos sobre mi hija, que pasa imperturbable. Y no es la primera vez que noto que se la queden mirando, pero no así. Y realmente sentí las ganas de decirle algo ...!A mi niña no¡ ¿eh?. Me hubiera puesto como un marido celoso de los de antes, delante de él , le hubiera levantado el dedo y mirado firmemente a los ojos, retandole. Sentí rabia e impotencia, para nada orgullo, y asco. No es porque la miren con admiración o incluso deseo, sino que la miraba como un objeto. Y me acordé cuando era pequeña, la grababa en vídeo y cantaba una canción del cole:
Vamos al colegio
Vamos a estudiar!
Hago bien las cosas,
leo y se escribir.
Pinto y coloreo
¡Qué fenomenal!
2 comentarios:
Me temo que te vas a tener que ir haciendo a la idea ¡es ley de vida! ¡Animo! Besos.
Me temo, si, jajaja... gracias, besitos
Publicar un comentario